jueves, 18 de octubre de 2012

psicologí del arte


Psicología del Arte

“La psicología como ciencia humanista, está comenzando a nacer de un inestable acercamiento entre las interpretaciones filosóficas y poéticas del hombre por un lado y las investigaciones experimentales sobre los músculos, los nervios y las glándulas por otro. Y apenas hemos llegado a acostumbrarnos a lo que pudiera ser una tal ciencia de la mente, cuando nos vemos enfrentados con la tentativa de abordar científicamente la más delicada, la más intangible, la más humana de las manifestaciones humanas. Ensayamos una psicología del arte”    (Rudolf Arnheim).
Si bien resulta un tanto complejo definir qué es la Psicología del Arte, dado el carácter históricamente fragmentado y discontinuo de la disciplina, junto con el carácter pluri-paradigmático de la psicología como ciencia humana o ciencia social, entendemos la psicología del arte, como una de las ramas de la psicología general, cuyo interés es problematizar y teorizar en torno al arte, tanto en su dimensión cultural, como en su carácter de obra. Por ello, es posible identificar una psicología ‘del’ arte – una psicología interesada en comprender el ser humano, en relación con lo que se considera como una de sus manifestaciones culturales esenciales -, como así también, una psicología ‘de la obra’ , interesada en aplicar, transmitir e intercambiar conceptos desde y hacia el arte, como producción material o virtual  en la que se puede identificar un discurso de obra (aun cuando ésta más bien sea indicativa de un proceso).
En la formación del psicólogo profesional es importante y trascendente tener la posibilidad de conocer y analizar la conducta desde un marco histórico, creativo y de desarrollo humano, lo que el estudio del arte desde las teorías psicológicas nos proporciona. Por lo que esta materia tiene el propósito de plantear competencias propias del psicólogo para la formación general de su actividad en cualquier área laboral.

Entre nuestros nodos de reflexión teórica, buscamos hacer emerger con fuerza el cuerpo o “el problema del cuerpo”, como lo sugiere Danto, por ser un aspecto prácticamente excluido del ámbito de desarrollo de la psicología, dada la obliteración del cuerpo por el mayor interés suscitado por los procesos psicológicos básicos, la teorización sobre entidades intrapsíquicas, o los procesos cognitivos atendiendo fuertemente a una dimensión epistemológica de la ciencia, sin considerar al cuerpo como un soporte válido de la experiencia en su totalidad.
El psicoanálisis  freudiano y post freudiano, en este sentido efectuaron una contribución fundamental recogiendo, en parte, el legado de Nietzsche. Algunos otros autores como Reich o Lowen, también han hecho lo propio. Merlau – Ponty con su fenomenología de la percepción, rescatando el cuerpo intersubjetivo, un yo – carne, ubicado en el entre-deux. Antes que él, Piaget y quizás antes, Valèry. A Maturana y Varela también le debemos algo desde la biología del conocimiento. Pero el “problema” que se mantiene,  es que al cuerpo y su representación, no es posible aproximarse desde un concepto único y estático, sin considerar el contexto socio-histórico y político. Nuestro percepción del cuerpo propio, con el “propio” entre paréntesis, así como del cuerpo social o el cuerpo político, va mudando con el tiempo, manteniendo ciertos elementos estables que le proveen de una cierta organización y una cierta invarianza a nivel biológico, pero culturalmente, nos enfrentamos a un cuerpo dinámico investido por un éthos y un pathos que lo pone en tensión permanente.
Sin embargo, para nosotros, ha resultado particularmente interesante ver como ciertas formas de arte contemporáneo, han problematizado en torno al cuerpo y junto con ello, complejizado conceptos o nociones de fuerte raigambre psicológica, tales como el yo, la identidad, la conciencia o los procesos de desubjetivación psicosociales. Al respecto, el arte que tuvo un fuerte auge entre los ’80 y lo ’90 y que acudió a recursos como la abyección (Kristeva) y lo ominoso (Freud), con artistas como Tracy Emin, Sarah Lucas, Damien Hirst o Marc Quinn o McCarthy, casi todos de la generacion de “Young British Artists” utilizaron como un recurso fundamental, la cita o la utilización del cuerpo como forma de perturbar dichas nociones, ya canónicamente establecidas en el paradigma kantiano de la autorreflexividad, como sostiene Kieran Cashell en su concepción de Transgressive art.

De forma casi paralela, vimos emerger un cuerpo proteico, un cuerpo metamorfoseado, un cuerpo híbrido o un cuerpo que, para artistas como Stelarc, hizo crisis a partir de su obsolescencia, un ‘dispositivo’ obsoleto para un ‘yo’ que se dispersaba ahora en una cadena de significantes ante la crisis o el agotamiento del signo. En todos estos casos, la perturbación de dichos conceptos fundamentales dentro de la psicología de herencia kantiana, se instala dentro de discursos artísticos dignos de considerarse como una forma de entender “el fenómeno de lo humano” a comienzos del siglo XXI.

La relación arte-ciencia, otro de nuestros ámbitos de interés, se nos presenta como un interesante punto de convergencia- como quizás nunca antes no lo estuvo -, con las consabidas implicancias desde el punto de vista bioético y biopolítico, cuando ciertos expresiones del  sci-art bio-art, comienzan a ver con fascinación la posibilidad de crear con  materia viva como sucede con el caso del artista brasileño Eduardo Kàc y su famoso experimento de la coneja alba. Otros artistas como Carsten Höller, del que Tania Orellana Muñoz, escribe un interesantísimo artículo, se sitúan más bien en la posibilidad de utilizar ciertos elementos de la ciencia para trabajar sobre la alteración de la percepción o el espacio, cuestionando de paso el carácter puramente racional de la “experiencia estética” a partir de un yo central.


Ante muchas de estas prácticas artísticas que pueden situarse en los límites del arte, surge la pregunta respecto de qué es arte y que no lo es. Filosóficamente, esta pregunta quizás mantenga interés y vigencia, en tanto siga persistiendo la relación de identidad y pertenencia entre lo verdadero y lo real. En lo personal, creo que la psicología del arte, no debe inquietarse ni arrojarse a responder  con premura dicha pregunta, sino que más bien, debiera de ocuparse de generar  una nueva matriz conceptual cuando, por ejemplo, como sostiene Michaud, el arte alcanza un “estado gaseoso” volatilizándose en éter estético ante un mundo que emerge con una pretensión obsesiva de belleza; o bien, cuando el arte pierde su régimen de objeto, con la potencial des-definición de un arte que deviene finalmente, ‘experiencia estética pura’. O cuando se propone el arte desde un paradigma relacional, donde artista y espectador, de alguna forma co-construyen algo que se podría entender como obra de arte sin un apriori y desprovistos de un fin. Para estos fines, creo esencial que la psicología en su pretensión de disciplina autónoma, pueda reconocer en el arte no un subproducto de la cultura, o un producto de segundo orden, como quizás ha sucedido en los últimos años.
Cuando Freud afirmaba, en ‘el malestar en la cultura’: “quien no tenga ni arte ni ciencia, tenga entonces religión”, más allá de su postura antirreligiosa tan criticada por Jung, estaba estableciendo lo que consideraba los tres pilares fundamentales de la cultura. La pregunta, entonces, es ¿cómo hemos podido desatender tan abiertamente estas dos dimensiones de la cultura?
Creo firmemente, que  la psicología actual tiene la necesidad de recuperar el carácter dialogante  en un sentido amplio y no solo mostrarse interesada en el control de la variables intervinientes, en el diseño experimental, en el cálculo estadístico y la operacionalización de la conducta, animal o humana, como sucede en muchas escuelas de psicología de “nuestro tiempo”. El aula, el laboratorio y el experimento programado, deben también arriesgarse a tratar con la impredictibilidad del hacer mundos.
El arte de nuestro tiempo, arte en crisis, arte agónico, arte despiadado, para algunos, nos ofrece  al respecto, un lugar de reflexión privilegiada pues tal como lo advirtió Rudolf Arnheim, hemos de advertir como el arte se volvió incomprensible, en el sentido de que muchos de los objetos artísticos miden ahora su valor por la capacidad de desconcertarnos. “Ahora son ellos- los objetos de arte- los que necesitan de una interpretación” afirma.Pero no solo la pintura, la escultura y la música de hoy resulten quizás incomprensibles, sino que  muchas de las prácticas culturales, sociales y políticas del pasado, carecen ya de sentido para el ciudadano medio.
Hay una brecha que se ha abierto, un hiato histórico que deja entre paréntesis el antes y el después en favor de un presente omnipotente en la expansión permanente provista por los medios tecnológicos y los recursos virtuales que nos llevan a reflexionar respecto de ciertos fenómenos derivados de estudio del yo, la identidad y la conciencia.
La psicología del arte, sigue siendo en definitiva un proyecto por conseguir,  conjuntamente con un proyecto de humanidad que aguarda su tiempo, buscando desligarse de ciertas prácticas, creencias y estructuras de antaño, pero con la insondable incapacidad de anticipar el futuro. Un arte por-venir en un mundo por-venir.
Ensayamos entonces, “Una Psicología del Arte Contemporáneo”.
II. Justificación de la Materia

La Psicología del Arte es el ámbito psicológico que estudia los fenómenos de la creación y la apreciación artística desde una perspectiva psicológica. Han sido trascendentales para el desarrollo de esta disciplina contribuciones tales como las de Gustav Fechner, Sigmund Freud, la escuela de la Gestalt (dentro de la que destacan los trabajos de Rudolph Arnheim), Lev Vygotski y Howard Gardner.
Los objetivos que persigue vinculan esta rama de la Psicología con muchas otras que pertenecen al campo de dicha disciplina, y muy particularmente con aquellas que hacen referencia a los procesos básicos (como la percepción, la emoción y la memoria) y a las funciones superiores del pensamiento y el lenguaje. No obstante, estas relaciones no se ciñen al área de conocimiento que incumbe a la Psicología Básica, ya que la Psicología del arte también se relaciona en esencia con áreas como la Psicobiología, la Psicopatología, los estudios de personalidad, la Psicología Evolutiva o la Psicología Social. En cuanto a las relaciones que la Psicología del arte mantiene con otras disciplinas, se han de destacar los aportes esenciales de la filosofía para la comprensión de los fenómenos estéticos, y también es de gran importancia, por ejemplo, el aporte de la Historia del Arte. La vinculación entre la Psicología del arte con las disciplinas mencionadas muestran la necesidad de un trabajo disciplinarte. 




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